Aunque sale un documento muy, muy grande, os reproduzco aquí la instrucciones para realizar la disección histórico de un texto, a fin de que no haya más dudas y de acabar con la pobre y cobarde excusa del "es que no sé hacerlo". De todas formas, sabéis que os puedo propoprcionar este mismo documento en papel, sólo tenéis que decírmelo o pedírselo al delegado, que tiene una copia. Dadle a Leer Más y ahí tenéis el documento.
Disección histórica de un texto
Vamos a explicar cómo se disecciona históricamente un texto, es decir, explicar el texto en relación con el contexto histórico en el que se sitúa, señalar los condicionantes que en el contenido introducen el hecho de quién lo ha escrito y con qué fin así como hacia quién va dirigido, explicar las causas que provocan la redacción del mismo y, por último, apuntar las consecuencias que pudiera haber tenido en el acontecer de la historia. Para ello, antes de empezar a esquematizar las fases de análisis que nos llevarán a diseccionar tanto interna como externamente un texto, hay que recalcar una serie de “intangibles” necesarios para la buena ejecución del ejercicio. Así, es imprescindible la voluntad de realizarlo. Sí, sí, querer hacerlo, pero además querer hacerlo bien, más allá de salir del paso de entregárselo al profesor sin más. Sin esta voluntad de entender el texto y relacionarlo con todo lo que pudiera haber afectado a su redacción, así como determinar sus posibles efectos históricos, es imposible llevar a cabo la tarea de forma satisfactoria. Para ello, debemos comenzar leyendo el texto detenidamente, asegurándonos que lo comprendemos, y ya desde el principio deben ir surgiendo posibles pautas de relación con un contexto histórico que antes de comenzar la lectura ya debemos haber situado y tener unas nociones básicas del mismo. Esta lectura ha de repetirse tantas veces sean necesarias con el fin de, primero, entender a la perfección, y segundo, nos vayan surgiendo ideas de qué tipo de vínculos se pueden establecer con el autor, los destinatarios y el contexto. Sólo a partir de esta lectura minuciosa y de un conocimiento básico de los parámetros históricos en los que se sitúa el texto, debemos iniciar la el estudio histórico del mismo.
Ahora sí comenzaremos la disección del texto, es decir, el ejercicio escrito en sí. Como diría Jack el Destripador, vayamos por partes.
1. Naturaleza del texto.
Es el análisis básico a partir de la temática del texto. Se trata de dilucidar a qué dimensión histórica se refiere el objeto de nuestro análisis. Podemos introducir, además, dos niveles de clasificación. El primero, determinaría si es una fuente primaria o secundaria, es decir, si es un texto circunstancial (su contenido hace referencia a cuestiones contemporáneas a su redacción y tiene efecto en el propio tiempo en que aparece; verbigracia, una proclama política o un memorándum económico) o historiográfico (trata asuntos referidos al pasado desde el punto de vista del estudio histórico; por ejemplo, un libro de texto de historia). No os empeñéis en señalar que es un texto histórico, puesto que todos los textos son históricos, y más aún si los estudiamos en la clase de historia. El segundo nivel sería el de la temática del texto, es decir, si hace referencia a cuestiones económicas o políticas, o si se trata de una carta o epístola, o un texto jurídico como en el caso de una ley, o es un artículo periodístico, etc.
2. Autor y destinatarios.
En este punto debemos evitar la transcripción de la biografía del autor tal cual, pues no es ése el objetivo del ejercicio. Muy al revés, debemos realizar una pequeña biografía del autor o autores, fruto del resumen de las biografías que podamos consultar del mismo, intentando destacar elementos de su vida que nos pudieran servir para el posterior análisis del texto, puesto que explican algo relativo a la intención del mismo, al lenguaje que utiliza, o a la forma de ver la realidad que transmite. Esto es muy importante, por tanto. Este punto no es accesorio, si no una parte muy importante que nos abre vías sobre las que pudiera ir el posterior análisis del contenido del texto. Lo mismo ocurre, claro está, en el caso de los destinatarios, puesto que dependiendo de a quién vaya dirigido las ideas expresadas pueden ser explicadas de una forma u otra, o se ciñen de manera distinta a la realidad histórica con la que debemos comparar el texto.
3. Contexto histórico.
De nuevo debemos huir de la transcripción académica de unos apuntes o de un libro de texto. Se trata de señalar las circunstancias históricas en las que se desenvuelve el texto, tanto en su redacción como en su posible exposición pública. Por tanto, debemos seleccionar de entre todos los acontecimientos que le puedan ser contemporáneos aquellos que tienen algo que ver con el texto, pero sin describir ni entrar en detalles de esa relación puesto que eso se hará en el punto siguiente. Así, nos debe quedar una situación cronológica, geográfica e histórica escueta pero completa, que sea la plataforma de lanzamiento del posterior análisis.
4. Análisis histórico del contenido del texto.
Llegamos al corazón de la disección, a la fase principal, pero que es imposible que se efectúe de manera satisfactoria si no hemos cumplido con los pasos anteriores. Llegados a este punto se supone que hemos entendido perfectamente las ideas del texto, por lo que hemos de huir de repetir sin más lo que el texto dice aunque lo expresemos con nuestras palabras. Eso no es un análisis, sino un resumen o una aclaración superflua del texto, es decir, que sobra. Sólo haremos referencia a las ideas del texto cuando las relacionemos con las características históricas que han provocado su aparición, alguna particularidad del autor o de los destinatarios que provoque la aparición de tal idea, o las consecuencias que el contenido que estamos analizando tuviese en el devenir histórico posterior. Primero podemos hacer, si queremos, un breve resumen del texto en general señalando la idea o ideas principales y secundarias, anticipando por dónde va a ir nuestro análisis. Luego, vamos paso por paso, afirmación por afirmación, aclarándola si existe algún término que lo exija (por ejemplo, la alusión a algún personaje o a alguna fecha determinada se aclara quién es o qué ocurrió). Una vez establecida la idea que nos quiere transmitir cada parte del texto (recordad que, como hemos dicho, vamos a ir analizando de una en una estas ideas) la relacionamos con el autor (si viene determinada por algo que hemos descubierto en su biografía, o por el cargo que ostenta, o por un posible interés personal, etc.), con los destinatarios (lo dicho), establecemos las causas históricas de la misma así como las consecuencias que tuvo en el acontecer histórico que conocemos. Repetimos esto con tantas ideas, afirmaciones, propuestas, etc. encontremos en el texto. Tened en cuenta que la disección nunca va a ser única e uniforme, es decir, dependiendo de quién la haga le llamarán la atención unos conceptos u otros, los relacionará con unos acontecimientos u otros, etc. Lo importante es que el análisis esté bien razonado y justificado, sea pertinente y todo lo amplio que podamos. En resumen, como digo, investigamos la relación de la idea con el autor y los destinatarios y la analizamos “hacia atrás” y “hacia delante” con respecto a su contexto histórico, y esto en todos los casos en que hayamos detectado una noción que valga la pena analizar. Por eso, es necesaria una buena dosis de paciencia y tiempo para la reflexión antes de ponerse a escribir.
5. Análisis histórico del texto como un todo.
Aquí haremos referencia a la casuística que llevó a la redacción del texto, a qué necesidad respondía su confección, cómo fue su proceso de elaboración, y que consecuencias tuvo en el acontecer histórico tomado en su conjunto. Nos apartamos por tanto del contenido, y tomamos al texto como un personaje histórico más, analizando su repercusión en la historia.
6. Valoración histórica.
En este punto podemos optar por hacer una pequeña recapitulación de la disección llevada a cabo, o realizar una valoración histórica del texto (la importancia que tuvo, la efectividad de sus planteamientos, su protagonismo dentro de la historia en alguno de los aspectos que trata, etc.)
Generalmente, por experiencia, lo que más os cuesta es el punto 4. Pongamos un ejemplo de cómo sería este análisis en el caso de dos de los 14 puntos de Wilson, el 3 y el 8:
3. Desaparición, tanto como sea posible, de las barreras económicas.
8. Liberación de todo el territorio francés y reparación de los perjuicios causados por Prusia en 1871.
En el punto 3 Wilson demanda la desaparición de las barreras económicas. El proteccionismo fue una práctica habitual en las políticas económicas de las potencias europeas, apoyados en el hecho de que poseían un imperio colonial con el que comerciar pudiendo blindar sin problemas sus productos frente a terceros. Otras grandes potencias industriales, caso de Alemania o EEUU, se veían perjudicados por esta política debido a que carecían de imperios coloniales tan amplios como el británico y el francés, lo que llevó, por ejemplo, a importantes conflictos previos a la guerra mundial, como los marroquíes desatados por el deseo alemán de ampliar su territorio colonial o que se le facilitara el comercio con las colonias francesas del norte de África. De ahí esta reclamación del presidente Wilson, vital para el desarrollo económico de su país y, a su vez, para el mantenimiento de la paz mundial (ya he analizado el punto con respecto a su autor y a las posibles causas del mismo, es decir, “hacia atrás”). Tras la guerra se cumple la petición de Wilson en cierta medida, pero más por la necesidad de capital extranjero (norteamericano en este caso) de una Europa semiderruida que por convencimiento moral, pues no en vano ninguna de las dos grandes potencias coloniales vencedoras en el conflicto, Francia y Gran Bretaña, renunciaron a sus imperios, ni tuvieron reparos en imponer medidas proteccionistas cuando lo consideraron necesario, e incluso los propios EEUU fueron quienes más abusaron de estas políticas tras la guerra con el cambio de gobierno (Wilson, demócrata, fue derrotado en 1921 por el republicano Harding). (Y ahora he analizado este punto “hacia delante”)En el punto 8 Wilson solicita la liberación del territorio francés invadido por Alemania en el transcurso de la guerra, así como reparación de los perjuicios causados por Prusia a Francia en 1871. Se refiere a la guerra que ambos Estados mantuvieron en esa fecha, solventada con la victoria prusiana en la batalla de Sedán, y que condujo a la definitiva unificación alemana, firmada precisamente en Paris, en el Palacio de Versalles, lo que durante 50 años constituyó una grave humillación para los franceses (he aclarado a qué guerra se refiere el texto, y lo he analizado “hacia atrás”, estableciendo las causas de la existencia en el texto de este punto). Ambas potencias se reclamarán mutuamente la soberanía de los territorios fronterizos de Alsacia y Lorena, siendo parte de la contrapartida que posteriormente en el Tratado de Versalles logrará Francia de la vencida Alemania. Precisamente este Tratado, firmado en la Paz de París de 1919, supone la prueba de fuego del documento que estamos analizando, al someterse al consenso del resto de las potencias vencedoras. En este punto octavo Wilson no es demasiado conciso, y deja la puerta abierta a que esos “perjuicios” sean interpretados y considerados de muy distinta forma y en dispar cantidad. Así, la intención con la que se presenta el representante francés en la paz, Clemenceau, es que la reparación por estos perjuicios se convierta en una verdadera venganza francesa y conlleve la total humillación de Alemania, lo que no coincide con el espíritu de los 14 puntos ni era recomendable para el mantenimiento de la paz en Europa. Para aplacar las ansias de venganza francesas, se le concedieron a este país el 52% del total de las reparaciones de guerra (decidido en la posterior conferencia de Spa, en 1920), la explotación económica del Sarre durante 15 años, los territorios de Alsacia y Lorena, el control sobre parte de las colonias alemanas de Togo y Camerún, así como la imposición a Alemania de una cláusula donde reconocía haber sido la culpable del inicio del conflicto, y, por tanto, debía resarcir tanto económica como moralmente a los países agredidos (a la postre, los vencedores, es decir, los que le impusieron el tratado). Como vemos, este Tratado de Versalles, tomado como un “diktat”, es decir, una imposición al vencido (Alemania) se alejó bastante del espíritu de los 14 puntos de Wilson, y provocará una sensación de humillación en la población alemana que favorecerá posteriormente el ascenso del nazismo, que condenó expresamente los términos de esta paz draconiana. Podemos asegurar por tanto que este punto 8, tan impreciso en su redacción, favoreció que finalmente el Tratado de Versalles fuera, de los que se firmaron en la Paz de Paris, el más alejado del espíritu de paz justa y duradera que preconizaba el discurso del presidente estadounidense. (he analizado el punto “hacia delante”)
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